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Historia de la medida del tiempo

Historia y evolución de los relojes

Es interesante conocer brevemente la historia de los ingenios y máquinas destinados a marcar las divisiones del tiempo hasta el advenimiento del reloj mecánico en una fecha nebulosa hacia el 1300. Para ello vamos a referirnos a la obra de J. M. Echeverría, que es clara y concisa.

El primer reloj del hombre fue evidentemente el reloj solar cuya historia se pierde en los albores de la civilización: los obeliscos de los egipcios, nuestros menhires y crónlechs  no fueron sino relojes de sol y observatorios astronómicos

Los relojes solares constituidos por una varilla incrustada en el fondo de una excavación semi-esférica parecen ser invenciones caldeas y ya en Grecia se hicieron muy populares, tomando posteriormente múltiples formas. Hasta el siglo XVIII este tipo de relojes se seguían utilizando ya que el cuadrante solar era todavía de enorme utilidad para verificar y poner en hora los relojes mecánicos.

relojes antiguos

Otro tipo de reloj solar fue el astrolabio, cuya invención se remonta al año 150 A.C. por el griego Hipparchos y cuya posterior evolución dio lugar al octante y ya en el siglo XVIII al sextante que aún hoy en día se utiliza en navegación. Pero con todo lo honrado y preciso que sea nuestro padre Sol, tiene sus inconvenientes: ¿y cuándo sea de noche?, ¿y si se nubla? Los astrónomos medievales utilizaron una especie de astrolabio, llamado «nocturnal», pero en tiempo cubierto el problema persistía.

Varios artilugios se utilizaron con mayor o menor fortuna para solventar este problema, aunque medían periodos cortos de tiempo, como los relojes de arena o los relojes de fuego de origen muy primitivo que consisten en medir el tiempo que tarda en consumirse alguna materia combustible como el aceite o la cera. Pero el de mayor difusión fue el reloj de agua o clepsidra de origen desconocido y ya presente en Egipto. El principio es muy simple: el agua gotea lentamente desde un primer recipiente llenando un segundo convenientemente calibrado, cuyas marcas permitían controlar el tiempo transcurrido. Pero este invento fue evolucionando hasta adquirir su más alta expresión científica en China donde el monje budista L’HSING inventa -en el año 725 de nuestra era-, la primera clepsidra con «escape» a modo de molino de agua. La fecha es memorable, pues el escape es la pieza fundamental de cualquier reloj  hidráulico o mecánico, siendo la encargada de regularizar el movimiento, como veremos más adelante.

relojes goticos

Centrémonos ahora en el reloj gótico mecánico, el primer auténtico reloj, protagonista de esta exposición. El reloj mecánico es la máquina por excelencia, el mecanismo prístino. De este conjunto tosco de ruedas y barras de hierro que compone un reloj gótico derivan, no solamente nuestros modernos cronómetros, sino toda nuestra mecanización presente y futura. Nadie recuerda ya que de este mecanismo primigenio provienen las llaves de las armas de fuego, todos los artilugios movidos por resortes y todos los ingenios que hicieron posible la automatización. Todos los núcleos de «industrialización» del Renacimiento  se desarrollan a partir de una cédula aún gótica: el fabricante de relojes mecánicos.

El funcionamiento pausado y regular del reloj está impuesto por un regulador que representa la norma del tiempo. Este mecanismo fundamental está compuesto por el escape y el regulador y merece una descripción detallada: El escape de paletas es el primero que se conoce y a pesar de posteriores inventos muy perfeccionados, ha de perdurar en ciertos relojes hasta mediados del siglo XIX. Se compone este escape de un eje o «verga» con dos pequeñas paletas adheridas, formando un ángulo recto entre sí.

Estas paletas engranan alternativamente en los dientes de una rueda llamada «corona» o «rueda de encuentro» y popularmente “rueda catalina» en nuestro país, en recuerdo del instrumento utilizado para el suplicio de esta Santa. La fuerza motriz hace girar la rueda catalina pero el vaivén alternado de las paletas frena su marcha, efectuándose esta por pequeños saltos; es éste girar sincopado el que produce el característico «tic-tac» del reloj y fundamenta todo sistema de escape.

Pero éste por sí solo no garantiza la marcha lenta y regular del reloj, ha de ser complementado por un regulador o controlador del tiempo. Los más primitivos están constituidos por un simple volante de vaivén llamado “balancín» o por el «foliot» , que es una barra ranurada provista de pesas reglables en sus extremos. Este sistema va rígidamente acoplado al extremo de la verga del escape de paletas y tiene como misión el imponer cierta frecuencia al reloj.

Naturalmente, la esfera horaria de estos relojes dispone de una aguja única; el minutero hará su aparición con el péndulo, en el siglo XVIII.

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