Saltar al contenido
MENÚ
ENVÍO GRATUITO*

Arte en Egipto

Introducción

egiptoLa civilización egipcia aún nos sigue sorprendiendo por su estabilidad y continuidad. A lo largo de sus 3000 años de historia, sus formas parecen no cambiar, no evolucionar, y nos transmiten la idea de eternidad. A eso unimos la fascinación que siguen ejerciendo sus obras de arte; desde la máscara mortuoria de oro de Tutankamon, con su rostro como expresión de la eterna juventud, cercana a la divinidad; hasta el imponente tamaño de las estatuas de Ramsés en la puerta de su templo de Abu Simbel, pasando por la riqueza en detalles de las pinturas murales; y eso sin mencionar el enigma aún no resuelto del todo de las grandes Pirámides y de la Esfinge de Gizeh.

A esta continuidad se le añade el hecho de que apenas se aprecia una evolución inicial, una transición entre el periodo neolítico y el predinástico: pasando, aparentemente sin solución de continuidad, de obras anteriores con ciertas características egipcias, pero aún mas similares al arte prehistórico y mesopotámico  a obras con un canon perfectamente definido, sobre el 3200 (paletas de Narmer), el cual se va a mantener hasta prácticamente los primeros siglos de la era cristiana. También choca el hecho de que se observa una cierta decadencia, por ejemplo en la construcción de pirámides, siendo las más antiguas las más grandes y empequeñeciéndose en tamaño las posteriores.

Todo ello no hace sino agrandar aún más la asociación de Egipto con el misterio, que aparece ya desde el mismo nombre de “Egipto” dado por los griegos (Aiguptos- Aigyptos = enigma).

Breve historia

Hacia el 3.200 a.C., existen un conjunto de ciudades-estado, vertebradas por el gran río Nilo y organizadas entorno a las dos grandes áreas en que se divide geográficamente Egipto: por un lado el gran delta, zona pantanosa al norte, denominada el Bajo Egipto, por otro lado la cuenca del Nilo desde Asuán, al sur, el Alto Egipto. Esta dualidad está muy presente en el imaginario egipcio, asociada al concepto de unificación de la dualidad, y que se remonta a la unificación del país por el mítico rey Menes, identificado con el rey predinástico Narmer, el cual aparece representado en la famosa paleta del Louvre. En esta aparece el rey con los atributos de la realeza, venciendo a los enemigos, y portando las dos coronas, la blanca del Alto Egipto en el anverso, la roja del Bajo Egipto en el reverso, que en representaciones posteriores de los faraones aparecerán unidas.

Faraón Kefrén

Este periodo, llamado Predinástico o Tinita, dará paso al Imperio Antiguo, que suele situarse desde el 2700 al 2.200 a.C.; con grandes personajes como el rey Zoser y su visir el sabio Imhotep, matemático, médico y arquitecto, quien dirigió el diseño y construcción de la pirámide de Saqqara; así como  los reyes Keops, Kefrén y Mikerinos, a quienes se les atribuyen las grandes Pirámides de Gizeh.

Alrededor del 2200 a.C. la desintegración del poder estatal da paso a una feudalización y una edad media en la que aparece un cierto florecimiento literario, con obras didácticas que reflejan este periodo de decadencia (Primer Periodo Intermedio). La restauración del Estado, alrededor del 2040a.C.  dará paso al Imperio Medio, que durará hasta la invasión de los hicsos, pueblos nómadas procedentes del Oriente medio, hacia el 1800 a.C., dando lugar al Segundo Periodo Intermedio, el cual finalizará sobre el 1550 a.C. con la reunificación y expulsión de los hicsos por la dinastía tebana, dando nacimiento al Imperio Nuevo, donde se sitúan los reyes más conocidos por el gran público: Ramsés el Grande, la reina Hatsepsut, Akhenatón el faraón hereje y su bella esposa Nefertiti o el faraón niño Tutankamon.

Esta será la última época de esplendor de Egipto, sumido después de la invasión de los misteriosos “pueblos del mar” en una larga etapa de continua decadencia, salpicada de invasiones de distintos pueblos -asirios, libios -culminando con la conquista de Alejandro y la instauración de la dinastía helenística de los Lagidas hasta la muerte de la última reina de Egipto, Cleopatra VII y su integración dentro del Imperio Romano.

Los últimos vestigios de esta civilización milenaria finalizarán en el 535 d.C., con el cierre del último templo “pagano” de la isla de Filae por el emperador bizantino Justiniano.

Arquitectura

La arquitectura egipcia se caracteriza por la utilización de materiales como la caliza, el adobe y la madera; en una época más temprana se utiliza también el ladrillo, aunque este deja de utilizarse en el Imperio Antiguo. El adobe y la madera se siguen usando en las viviendas, lo que ha dificultado su conservación, a pesar de lo cual, gracias a distintas intervenciones arqueológicas en yacimientos como Tell el Amarna o la meseta de Gizeh, se ha podido conocer la vivienda egipcia y la vida cotidiana de las clases populares.

La arquitectura monumental es la que mejor ha resistido al paso del tiempo y a la destrucción, fundamentalmente la de carácter religioso , templos, tumbas y complejos funerarios. En cuanto a la arquitectura urbana de edificios no religiosos, palacios, centros administrativos, etc, apenas han  quedado vestigios, pareciendo que los egipcios daban más importancia a lo sagrado y ultraterreno, a las viviendas de los dioses y de los “kas” de los difuntos faraones que a las viviendas temporales de éstos.

Los elementos arquitectónicos más característicos son las columnas. Aunque conocen el arco y la bóveda, no las utilizan, siendo la arquitectura egipcia  básicamente arquitrabada, en la que los techos planos son sostenidos por muros y columnas , y en menor medida por pilares, todos ellos profusamente decorados.

Se pueden distinguir varios tipos de columnas, según sus capiteles, de inspiración vegetal:

Columnas lotiformes, en las que el capitel tiene forma de un loto entreabierto.

Columnas papiriformes, con capiteles con forma de la flor de papiro cerrada.

Columnas palmiformes que asemejan una palmera.

Columnas hathóricas, llamadas así por la cabeza de la diosa Hathor, que servía de capitel.

Se suele considerar la influencia de las columnas egipcias sobre el origen y desarrollo de los órdenes griegos. Sobre todo, resalta el parecido entre las columnas denominadas precisamente “protodóricas”, así como las hathóricas y los capiteles jónicos, haciendo a estos derivar de aquellas, como una estilización abstracta de una cabeza femenina.

Los muros eran decorados con bajorrelieves policromados y jeroglíficos.

Un tipo específicamente egipcio de paramento son los pilonos, estructuras tronco piramidales que se situaban en la entrada de los templos.

Templos

El templo egipcio no tenía una función ceremonial popular como las iglesias, el pueblo podía entrar pero sólo hasta el patio. No servía entonces para que el sacerdote predicara su doctrina a los fieles. Su función era de servir de vivienda al dios o diosa al que estaban consagrados, y que se supone se manifestaban en las estatuas situadas en las capillas, a las que sólo podían acceder  un reducido número de sacerdotes.

El templo se estructuraba en varias partes:

1.) Una avenida flanqueada por estatuas de esfinges o carneros, y obeliscos.

2.) La entrada se hacía por una puerta en los grandes pilonos, que daba paso a un patio descubierto con columnas(3.).

Esta conducía a la sala hipóstila,(4.) una sala techada con grandes columnas a semejanza de un bosque.

5.) Después se pasaba a la Sala de la Barca, donde se erigía la barca solar, por un lado una barca ceremonial en la sacaban al dios en  procesión por el río y por otro, representación de la Barca de los Millones de Años, en donde el dios del Sol Ra atravesaba cada noche el inframundo rodeado de los demás dioses, hasta el este y el amanecer.

Tras la sala de la barca se hallaba, por último, el santuario o sala del naos, (6.) el lugar más sagrado donde se hallaba la estatua del dios, así como capillas dedicadas a otros dioses asociados.

La luz iba disminuyendo según se iba accediendo al santuario, que era la zona más oscura. Los patios, abiertos, representaban la parte más iluminada, el contacto con el pueblo. Los techos van bajando en cada sala, yendo desde lo más visible, lo más abierto, hasta lo más oculto, y escondido, y dando cierta impresión de que el individuo va “creciendo” gradualmente , como reflejo del crecimiento espiritual necesario para presentarse ante la Divinidad.

Mastabas, hipogeos, speos

Las tumbas son de las construcciones egipcias que más se han conservado. El pensamiento egipcio daban mucha importancia a la tumba, que era morada de la momia del difunto, habitada por el ka o doble del individuo y al que se dedicaban ofrendas. Las tumbas eran decoradas con imágenes del Más Allá y de la felicidad que le esperaba al difunto que conseguía superar el Juicio de Osiris, y se llenaban de las cosas de las que había disfrutado en vida, como mobiliario, alimentos, incluso juegos. En ciertas tumbas se hacían enterrar junto al difunto unas figuritas que representaban campesinos, artesanos, soldados… los ushebti, a modo de sirvientes.

Según la mentalidad egipcia, el Más Allá o Amenti era un reflejo celeste del Egipto terrestre; las pinturas nos muestran a las almas  realizando actividades de la vida cotidiana, segando trigo, haciendo pan, cazando o celebrando fiestas. Todo ello da una imagen no de temor ante la muerte sino de esperanza ante la vida ultraterrena.

En las tumbas se situaba el cuerpo del difunto, momificado. Esta práctica de la momificación parece remontarse a la época de formación de esta civilización, gracias al particular clima egipcio que posibilitaba la conservación del cuerpo. Después se desarrollaron técnicas para mejorar esa conservación, dentro del ritual de la momificación. Al difunto se le extraían los órganos internos, algunos se desechaban, como el cerebro y otros, como los pulmones, el estomago, el hígado y los intestinos, se depositaban en los vasos cánopos, vasijas con cabezas de animales que representaban a los hijos del dios Horus. Luego se le bañaba en una solución química con base de natrón, y se le vendaba en tiras de lino, entre las cuales se introducían amuletos y fragmentos del “Libro de los Muertos”

El corazón, sede de los pensamientos y emociones, se dejaba en el cuerpo, pues era el punto central del Juicio al que debía someterse. A veces junto al corazón se situaba un escarabajo grabado con jeroglíficos como recordatorio de la llamada “confesión negativa” que debía realizar el alma del difunto (ba) ante el tribunal de los dioses presidido por Osiris y al que llegaba tras haber atravesado distintas puertas franqueadas por terribles demonios, cuyo nombre exacto debía pronunciar. Una vez en el juicio, el difunto debía realizar la confesión negativa : “[…] He aquí que yo traigo en mi Corazón la Verdad y la Justicia, pues he arrancado de él todo el Mal. No he causado sufrimiento a los hombres. No he empleado la violencia con mis parientes. No he sustituido la Injusticia a la Justicia. No he frecuentado a los malos. No he cometido crímenes. No he hecho trabajar en mi provecho con exceso. No he intrigado por ambición. No he maltratado a mis servidores. No he blasfemado de los dioses. No he privado al indigente de su subsistencia. No he cometido actos execrados por los dioses. No he permitido que un servidor fuese maltratado por su amo. No he hecho sufrir a otro.[…] ¡Soy puro! ¡Soy puro! ¡Soy puro!”

De esta confesión tomaba nota el Dios escriba Thot, acto seguido Anubis, de cabeza de chacal tomaba el corazón y lo pesaba en la balanza con la pluma de Maat (la Verdad, la Armonía) en el otro platillo. Si el corazón pesaba más que la pluma, era por culpa de los defectos y pecados, siendo devorado por el terrible monstruo Ammit, de cabeza de cocodrilo y cuerpo de hipopótamo. Si pesaba igual que la pluma, el difunto se consideraba puro y “justificado”, pasando a los campos de Iaru donde residiría como Alma Bendita junto a los dioses.

Al final del Imperio Antiguo, se empezaron a inscribir los textos sagrados donde se relata el viaje del difunto por el Más Allá y todas las pruebas que debía superar, el vulgarmente  llamado “Libro de los Muertos” (o ” de la Salida del Alma a la Luz del Sol”).

Al principio, las tumbas eran más bien sencillas. En el Imperio Antiguo aparecen las mastabas, dedicadas exclusivamente a los reyes o a los altos nobles, igual que la momificación. En esta época empiezan a edificarse las mastabas, túmulos con forma tronco piramidal realizados con bloques de caliza.

En el Imperio Medio y Nuevo se utilizan los hipogeos, tumbas excavadas en la roca. Los más famosos son los del llamado Valle de los Muertos, con tumbas tan conocidas como las de Ramses o Seti, así como la tumba de Tutankamon, la única que se descubrió intacta, con todo el ajuar funerario mantenido por el olvido a salvo de los ladrones de tumbas.

Otro tipo de tumba o templo funerario es el speos; el más famoso es el de Ramsés II de Abu Simbel, que tuvo que ser trasladado de lugar por culpa de la construcción de la presa de Asuán en el pasado siglo.

Las pirámides ¿tumbas o templos solares?

pirámideTradicionalmente, la historiografía ha considerado las pirámides como las tumbas de los reyes a los que se les atribuyen. Sin embargo, a esta idea se le pueden poner ciertas objeciones. por ejemplo, el hecho de que en la pirámide de Keops no haya sólo una cámara mortuoria, sino hasta tres. O el de que su padre Sneferu erigiera no una pirámide, sino hasta tres o cuatro. La edad de los complejos de Gizeh también se  está poniendo en duda, basándose en ciertos datos, como el estudio de la erosión de la Esfinge por un grupo de geólogos quienes la achacan no a los vientos sino a la acción del agua de lluvia; según esta teoría habría que remontarse a una época muy anterior a la faraónica, cuando el clima de Egipto era mucho más  húmedo y disfrutaba de precipitaciones abundantes.

Al margen de estas consideraciones, hay que señalar que las pirámides no constituían un monumento aislado sino que formaban parte de un complejo constituido por un templo en la orilla del Nilo, del que partía una calzada ceremonial que conducía desde este al templo edificado junto a la pirámide.

Simbólicamente la pirámide se asociaba a la Colina Primordial que surgió de las aguas del Caos y donde se posó la Divinidad en forma de Ave Fénix (Benben) para dar origen a  la Creación. Estaban revestidas de blanca caliza que reflejaba la luz del sol, y coronadas con un piramidión de oro (llamado igualmente Benben).

La pirámide escalonada de Saqqara se considera como la primera. Fue edificada para el rey Zoser de la III dinastía por su visir Imhotep, con forma de mastabas superpuestas, formando una escalera hacia el cielo.

Al primer faraón  de la IV dinastía, Sneferu, se le atribuye tres pirámides más una secundaria. La Pirámide romboidal o acodada, en la que la inclinación inicial se modifica, fue considerada como una pirámide “fallida”; sin embargo hay investigadores que consideran que el proyecto inicial incluía ya el cambio de inclinación. La pirámide de Meidum, atribuida a su antecesor Huni y siendo supuestamente terminada por Sneferu, de la que sólo queda el núcleo central, teniendo por tanto más aspecto de torre que de pirámide. Y por último, la pirámide roja, aunque en un principio debió ser blanca por el revestimiento de caliza, hoy perdido.

Haría falta un tratado entero para hablar del complejo de Gizeh y acercarse un poco a todos los misterios y enigmas que encierran sus monumentos, entre ellos la Gran Pirámide, la única Maravilla de la Antigüedad que queda en pie hoy en día. Su exacta orientación sigue desconcertando a los arqueólogos, así como  la singular posición de las tres pirámides, que curiosamente coincide con el cinturón de estrellas de la constelación de Orión, relacionado, junto con la estrella Sirio (Sothis para los egipcios) con el dios Osiris y el renacimiento de la vida que el crecimiento del Nilo traía consigo.

Pintura egipcia

La pintura del Antiguo Egipto se caracteriza por su singular canon que se conservará casi sin alteraciones durante toda su historia.

Tanto en pintura como en escultura el egipcio perseguía representar no la realidad sensible sino una imagen idealizada y simbólica.

egiptoComo técnicas pictóricas utilizaron el fresco, el temple y el encausto, mezclando distintos pigmentos de colores con clara de huevo y disolviéndolo en agua para su aplicación en los muros revestidos con una capa de yeso.

Estaba sometida a un canon estricto que se manifiesta en la representación de la figura humana con el rostro, brazos  y piernas de perfil , el ojo y el tronco de frente y la cadera en tres cuartos, destinada a resaltar las partes más importantes, los ojos y el pecho.

También hay que destacar la jerarquía. No se persigue la representación de la perspectiva ni se respetan las proporciones, sino que estas responden a la importancia del personaje. Los dioses y faraones son representados de mayor tamaño que el resto de personajes. Los rostros siempre son jóvenes e idealizados, lo que se romperá por un breve periodo durante el reinado de Akhenaton, quien estableció una estética más realista, resaltando el rostro casi grotesco y el vientre abultado del faraón.

Los colores son planos, sin gradaciones, usándose un tono de color más oscuro y ocre para los hombres y un tono más claro y rosado para las mujeres. Los dioses a veces se representaban con otras tonalidades de forma simbólica, por ejemplo Osiris aparecía de color verde, color asociado a la vegetación y al renacimiento, mientras que Amón aparecía de color negro, simbolizando lo oculto, el misterio, el Alma escondida del Sol.

Las pinturas aparecen casi siempre asociadas a los templos o a las tumbas. En el caso de estas, junto a representaciones del faraón junto a distintos dioses, aparecen también imágenes del paraíso egipcio. El egipcio gusta de pintar la naturaleza, la vegetación del río, animales salvajes y domésticos, con una vivacidad y una serenidad que inspiran alegría de vivir.

Además de los frescos y bajorrelieves, la pintura se usaba también en papiros, desde los rollos de carácter simbólico y religioso como el “Libro de los Muertos” a pequeños fragmentos de carácter humorístico, erótico o caricaturesco.

Escultura

La escultura sigue el mismo patrón de la pintura: representaciones idealizadas con un canon estricto, siguiendo la “ley de la frontalidad”. Hay dos tipos principales: el bajorrelieve y la escultura de bulto, en la que se pueden distinguir tres grupos según los personajes representados: escultura del faraón, escultura cortesana y escultura popular. Entre las dos primeras las diferencias son mínimas, pero la popular sí es muy diferente.

Los materiales más utilizados son el granito, el basalto y la caliza, también  la madera y  otros materiales nobles, como el marfil.

Las de madera y las de caliza se solían policromar y llevaban materiales incrustados, sobre todo en los ojos, que daban mayor vida a la escultura.

El tamaño es variable, hay algunas grandes, otras de tamaño natural y otras pequeñas, en todas se  busca una cierta proporción, incluso en las estatuas colosales.

escriba
Escriba sentado del Louvre

La escultura mantiene un carácter de rigidez e hieratismo, para transmitir la idea de permanencia  y  eternidad. Asimismo obedece al principio o  ley de la frontalidad: son esculturas muy frontales y simétricas. Las estatuas de cuerpo entero pueden ser sedentes, o bien sobre un asiento o trono en forma de cubo, o bien, como en el caso de los escribas, con las piernas cruzadas. También se representan de pie, con una postura típica que después será copiada por el arte griego arcaico: los brazos a los lados del cuerpo, a veces portando un bastón ceremonial o el símbolo Ankh (símbolo de vida o vitalización propia de los dioses), una de las piernas adelantada en posición de avance, o bien con las dos piernas juntas, sobre todo en las estatuas de dioses “momificados”, como Osiris o Ptah, dios del fuego y de los artesanos.

Los rostros suelen estar idealizados, principalmente en el caso de los faraones, mientras que tratándose de personajes cortesanos se acercan más al retrato, incluso sin ocultar defectos o deformaciones físicas; tal es el caso del Cheik el Beled, retrato de un sacerdote entrado en carnes, o el del cortesano Seneb, aquejado de enanismo. Akhenatón rompió en este sentido el canon, haciéndose representar con su cabeza alargada, sus labios prominentes y su vientre abultado.

Los bustos son escasos: destaca el famoso busto de Nefertiti, exhibido en Berlín; su inmortal y excepcional belleza del rostro de esta inteligente mujer nos sigue cautivando 3.300 años después.

Una característica que algunos visitantes de museos comentan de ciertas estatuas es la impresión de que están “vivas”, tal es la energía que siguen desprendiendo. Quizá pueda deberse a efectos buscados por los artistas, como los ojos policromados de pasta de vidrio, o de la sugestión e impresionabilidad de los propios visitantes ante figuras como el escriba sentado del Louvre, la máscara de Tutankamon o la misma Nefertiti. Lo cierto es que algunas estatuas, al igual que las momias, se sometían al rito de la “apertura de la boca”, en el que el sacerdote golpeaba simbólicamente la boca de la estatua con un cincel, habilitándola para ser el vehículo del ka o doble “astral” del personaje en cuestión. Sea cual sea la causa de esta fascinación, no se puede negar el influjo que, tras milenios de historia, sigue ejerciendo en el espectador.

Cristina Diaz

Consulta nuestro catálogo de reproducciones de arte egipcio: pincha en la imagen

Reproducciones de arte Egipcio

¡ÚNETE A NUESTRA FAMILIA Y CONSIGUE UN 10% DE DESCUENTO! No te pierdas nada y recibe nuestros regalos, descuentos y mucho más!