Introducción
Al final del llamado periodo arcaico, un periodo de esplendor y de expansión de la floreciente cultura griega, la ciudad preponderante tanto económica, cultural y políticamente será la capital del Ática, Atenas.
En el s. VI se dieron significativos cambios políticos con el paso de las monarquías-aristocracias a tiranías: la palabra «tirano» no tenía entonces el significado peyorativo de ahora, simplemente designaba al gobernante que llegaba al poder derrocando al anterior, muchas veces con el apoyo del pueblo. Más tarde, los abusos de poder le darán la connotación de gobierno impuesto por la fuerza.
En Atenas del s.VI llegan de este modo al poder el tirano Pisístrato, con el apoyo popular, y cuyo gobierno se consideró benéfico para los Atenienses, embelleciendo Atenas y llevándola a una época de esplendor. Sin embargo, sus sucesores, los Pisistrátidas se convertirán en tiranos en la acepción moderna del término; en el año 510 a.C., ante
los abusos de los Pisistrátidas, Hipias e Hiparco, una revuelta apoyada por el rey espartano ayudó a los atenienses a deshacerse de los tiranos y a cambo situó a Iságoras, un aristócrata pro espartano, como arconte; Clístenes , uno de los instigadores del tiranicidio, no quiso ver a Atenas convertida en protectorado espartano, y propuso una revolución política: la democracia, el gobierno de los ciudadanos quienes elegirían de entre ellos a sus gobernantes. Tras una primera acometida espartana para reinstaurar a Iságoras y recobrar su influencia, Atenas salió victoriosa, y su recién nacida democracia, fortalecida.
La gran prueba a la que tuvo que enfrentarse no sólo Atenas, sino toda Grecia fueron las Guerras Médicas: a principios del s.V. a.c. el Imperio Persa dominaba parte del territorio griego: Macedonia y Tracia, las islas Egeo y la Jonia, en la costa de la actual Turquía. Tras aplastar una revuelta en esta zona, Darío I intenta conquistar el resto de Grecia, siendo vencido en el 490 en la famosa batalla de Maratón por los atenienses comandados por Milcíades.
10 años después, su sucesor, Jerjes I volverá a enfrentarse a los griegos; a pesar de su mayor número, el ejército persa sufrirá sucesivas derrotas, después de una pírrica victoria ante los heroicos espartanos de Leónidas en las Termópilas, siendo vencido posteriormente en Salamina y Platea.
La Confederación de Delos, liderada por Atenas, pondrá fin al dominio persa en Grecia en el 449 a.C., dando inicio a su vez a la preponderancia y hegemonía de Atenas en la Hélade, en la llamada «Era de Pericles»; esa hegemonía llevará a Atenas a enfrentarse contra la segunda potencia helena, Esparta, en la Guerra del Peloponeso , la que durará hasta finales del siglo IV con el predominio de Esparta.
Esta época es llamada el siglo de Pericles por el gran político ateniense que llevó a la ciudad ática a su edad de Oro, tanto política como culturalmente, siendo la época de mayor esplendor en arte, literatura, filosofía, y en la cual se fundan las bases de nuestra civilización.
En la cultura, por tanto, se desplazó el polo cultural de Jonia a Atenas, lo que supuso un gran esplendor en todas las facetas del arte, tanto literario, con los grandes dramaturgos Esquilo, Sófocles, Eurípides; como en el arte plástico, cuyo máximo representante será Fidias, y el mejor ejemplo, el Partenón.
Atenas se convierte en centro filosófico: aparte de los sofistas, que enseñan el arte de la oratoria para convencer a los demás, destaca otro gran filósofo, justamente en el polo opuesto de aquellos: Sócrates, maestro de Platón, quien a su vez será maestro de Aristóteles; y por tanto la base del pensamiento occidental.
También supondrá el nacimiento de la Historiografía: aparte de Heródoto, de origen jonio, destacarán los atenienses Tucídides, quien narrará la Guerra del Peloponeso y Jenofonte, discípulo de Sócrates.
Arquitectura
En arquitectura se continúa con las órdenes arquitectónicas desarrolladas en la época arcaica: el dórico y el jónico. Sigue la arquitectura monumental orientado sobre todo al templo, aunque también destacan obras civiles, de las que han quedado sobre todo los teatros, el más conocido el de Epidauro.
El mayor ejemplo en dórico es el Partenón, templo de Atenea Partenos en la Acrópolis ateniense, obra de los arquitectos Ictino y Calícrates bajo la supervisión de Fidias. Pericles quería reconstruir el templo de Atenea, patrona de la ciudad, para agradecer a los dioses la victoria en las Guerras Médicas; se diseñó para albergar en su parte central la gran estatua crisoelefantina (de oro y marfil) de la Atenea Partenos realizada por Fidias, quien decoró también los frisos, los tímpanos y las metopas con esculturas representando el nacimiento de Atenea, de la procesión de las Panateneas y de la lucha de los centauros y lapitas.
En el estilo Jónico destacó el Templo de Artemisa en Éfeso, el cual fue una de las Siete Maravillas del mundo y del que quedan algunas ruinas; y el templo de Atenea Niké, también en la Acrópolis, dedicado a la victoria (=niké) en la Batalla de Salamina.
A finales del siglo V surge el estilo corintio, procedente del jónico. Se define por una mayor estilización de las columnas y sus característicos capiteles decorados con hojas de acanto. El friso es una banda continua, sin metopas ni triglifos y el fuste estriado. Como ejemplo destaca la llamada Linterna de Lisícrates, erigida en el 335 a.C. para conmemorar el premio en el certamen de teatro ganado por Lisícrates, director de coro. El estilo corintio será uno de los más utilizados posteriormente por los romanos.
Escultura
La escultura griega clásica se conoce sobre todo por copias de época romana. Hay escasas esculturas originales griegas: por desgracia, muchas se perdieron en la Edad Media , suprimidas por cristianismo para acabar con los restos del paganismo; el mármol se calcinó y convirtió en cal y las estatuas de bronce fueron fundidas. Igual destino sufrieron las grandes estatuas de Zeus Olímpico y de Atenea Partenos, elaboradas en valioso oro y marfil y que llegaron a alcanzar entre 10 y 12 metros de altura.
La escultura griega se conoce sobre todo por las copias romanas. Hay raras excepciones los frisos del Partenón, algunas esculturas halladas en excavaciones como la Victoria de Samotracia y la Venus de Milo y en restos de naufragios, como los bronces de Riace o el Dios de cabo Artemisio, también de bronce.
Muchas veces aparece unida a la arquitectura: en los templos se sitúan en frisos, metopas y tímpanos; era policromada, aunque no han quedado apenas restos de la cobertura polícroma. Esta característica puede chocar a nuestra visión del arte griego, reforzado en el Renacimiento y Neoclasicismo, de templos y esculturas en frío mármol blanco, frente a lo que debió ser, gustando los griegos de jugar con vivos tonos azules y rojos.
Como paso de la escultura arcaica a clásica se considera el conjunto de los Tiranicidas (Harmodio y Aristogitón) , de los escultores Kritios y Nesiotes, que representan a los asesinos del tirano Hiparco Pisistrátida. Sólo se conserva una copia romana, pero se puede observar las características arcaicas (el tratamiento del pelo, ojos almendrados, leve sonrisa arcaica) frente a incipientes rasgos del nuevo estilo: abandono de la frontalidad, movimiento, mayor realismo en el tratamiento de la anatomía y de la tela…
En este nuevo estilo se define el Canon de la escultura y del Arte en general: serenidad, equilibrio, armonía, a través del uso de las proporciones, regidas por el número áureo; un realismo idealizado, frente a la escultura arcaica el arte clásico alcanza el máximo realismo en el tratamiento de la anatomía, retratando cuerpos y rostros idealizados, bellos y eternamente jóvenes, tratando de representar el ideal apolíneo de la Belleza.
Los primeros representantes son Calamis y Mirón, autor del Discóbolo, obra en la que resalta el movimiento del atleta en el momento previo a lanzar el disco.
Sus máximos representantes serán Fidias y Policleto.
Fidias: llamado el escultor de los dioses, a quienes representa con actitud noble y serena. Desarrolla la técnica de los «paños mojados» en la que los pliegues de las túnicas se pegan al cuerpo resaltando la anatomía.
Obras: en la Antigüedad las más famosas fueron las estatuas de oro y marfil de Zeus de Olimpia (una de las 7 Maravillas) y Atenea Partenos (12m), hoy perdidas.
Se conservan los frisos y tímpanos de Partenón, así como las metopas. Los frisos representaban las Panateneas, la procesión de las doncellas atenienses en la fiesta de Atenea. Los tímpanos relataban el nacimiento de Atenea y el regalo del olivo que hizo la diosa a la ciudad y el enfrentamiento con Poseidón. Las metopas representaban la Gigantomaquia y la lucha de los centauros y lapitas.
En el Arte trataba de reflejar el Ethos, es decir, perseguía la aplicación y reflejo en el arte del pensamiento griego: las obras de arte debían reflejar la Belleza, la belleza formal o material debía ser un reflejo de la belleza espiritual, que en la vida moral se manifestaba a través del buen comportamiento, la virtud o areté, siguiendo las enseñanzas de Sócrates que heredaría después Platón, frente al relativismo sofista. Fidias trata de reflejarlo en sus obras: las estatuas, como moradas de los dioses debían de representar la belleza ideal, a través de las proporciones, por medio de la proporción áurea, el número phi, llamado precisamente así por Fidias.
Aunque por desgracia no han sobrevivido la mayor parte de sus obras, sobre todo las grandes esculturas, la crisoelefantina de Zeus y las de Atenea Partenos y atenea Promachos, quedan los frisos del Partenón, llevados por Lord Elghin a Inglaterra y exhibidos actualmente en el Británico.
Policleto: es conocido sobre todo por sus esculturas de atletas, el Doríforo, el Diadumeno, el Discóforo, etc.
Característica: el uso del contraposto, escultura apoyándose en una pierna.
Escribió un tratado: el Canon, donde exponía las teorías estéticas que mencionamos arriba sobre el arte basado en la
matemática: Canon reflejado también en sus esculturas como el Doriforo , en el que se aprecian la claridad, el equilibrio, la armonía entre el movimiento y el reposo, a través del contraposto. En esta escultura expresa también el canon de las proporciones que consideraba más armónicas, basadas en Pitágoras y que establece en 1:7, es decir, el cuerpo en total es 7 cabezas.
Estos serán los máximos representantes del siglo de Pericles. Ya en el s IV Escopas y Praxiteles se decantarán por un arte más realista y menos idealizado, buscando reflejar el sentimiento en vez de la divina serenidad de los anteriores, y sirviendo de puente con el arte helenístico. A Escopas se le atribuye la Afrodita de Cnido y la gran Victoria de Samotracia, que se puede ver en el museo del Louvre y que refleja el movimiento del viento en las ropas. Praxíteles es conocido por sus Dionisos, Apolos, Afroditas, y por la «curva praxitélica», inclinación de la cadera que aporta sensualidad, movimiento y cierta
femineidad a las esculturas.
Por último se puede mencionar a Lisipo, quien vivió en el s. IV y fue el retratista oficial de Alejandro Magno, siendo el representante tardío del clasicismo. Su obra fue en su mayor parte en bronce, habiéndose perdido prácticamente toda; sólo quedan copias romanas. Su obra más representativa es el Apoxiomenos, atleta que se quita la arena pegada a su cuerpo con una espátula o strigil. En esta renueva el canon que Policleto había fijado en 1:7 (el cuerpo son 7 cabezas) aumentándolo en siete cabezas y media, con lo cual logra mayor estilización. Se sitúa por tanto en la transición entre la tradición clásica y la helenística, más orientada a la expresión de las emociones y al realismo.
Hasta el Renacimiento no habrá un periodo de mayor esplendor del Arte en la civilización occidental; precisamente el Renacimiento será el esfuerzo por rescatar los cánones establecidos por Fidias, Policleto tras el paréntesis y declive que supuso la Edad Media. Escultores como Miguel Ángel recogerán el testigo de los clásicos griegos y lo impulsarán siguiendo, como aquellos, la unión de un sentimiento estético con un modo de vida, de una filosofía que perseguía reflejar en la vida la Belleza de lo Eterno e Inmortal.