Hoy vi la superación, esa actitud ante la vida que no solo arremete contra las dificultades externas, sino que se esfuerza en dar lo mejor de sí mismo y potenciarlo. La vi en el rostro ya anciano de mi padre, que, como tantos de su generación, tuvo que hacerse a sí mismo, lo vi en el avance lento pero inexorable de tantos seres humanos que trascendieron las negras posibilidades que el hado le había otorgado en un principio pero que revertieron en oportunidades gracias a su tesón y empeño de superación.
Como todos, siempre me pregunté ante los retos y situaciones que la vida me ponía por delante, o a los que yo me lanzaba fruto de mis propias aspiraciones, sí tendría capacidad para afrontarlos y salir adelante.
Es obvio que no todos valemos para lo mismo y nacemos con las mismas cualidades potenciales, pero no creo que dar por hecho que carecemos de ciertas virtudes o habilidades sea muy constructivo, sobre todo si ya nos ponemos los límites en nuestra mente diciendo “yo no sé” o “yo no puedo”
Estoy seguro, muy seguro, de que todos tenemos una gran cantidad de cualidades que esperan ser desarrolladas, y el primer motor para ello debe ser nuestra propia determinación y fe en nosotros mismos.
Tal vez la vida espera que empuñemos las herramientas para lograr sacar de nosotros mismos a la luz todo ese potencial. Ese “hacerse a sí mismo” es parte de la maravillosa aventura de vivir, hacerse a sí mismo con o sin la ayuda de los demás y las circunstancias, pero convertirse en un verdadero hacedor de nuestra propia obra, la de nuestra vida, fruto del empeño que ponemos en lograr desarrollar el verdadero arte de vivir.
Todo esto y mucho más me sugirió la escultura “El hombre hecho a si mismo” de nuestro catálogo, donde la figura humana emerge del bloque de piedra a medio tallar mientras la misma figura sostiene el martillo y el cincel modelándose a sí mismo hasta liberarse de la burda materia informe.
Sean felices
Miguel Angel Padilla