Con la llegada del Romanticismo el mundo adquirió una nueva forma de vida, los sentimientos primaban por encima de la razón. Esta visión conquistó todos los ámbitos, desde la política hasta la pintura y el resto de las artes. También el arte de la decoración y la jardinería fueron invadidas por este espíritu, naciendo así el jardín romántico en Inglaterra.
Más allá de la belleza, los parques ingleses suponían una ruptura con los ideales políticos franceses representados a la perfección en los jardines del Palacio de Versalles: absolutismo, poder autoritario, ostentación; el Romanticismo se caracteriza por la ruptura de la tradición y los estereotipos, y por la búsqueda de libertad tanto en el plano personal como en el plano político.
Los jardines ingleses se caracterizan sobre todo por la ruptura con el orden. Desaparecen los parterres y los juegos de simetrías, geometrías y laberintos que tanto se extendieron en el siglo anterior, dan paso a un “estudiado descuido” que crea la apariencia de una naturaleza a simple vista aleatoria.
En las grandes ciudades, las avenidas con árboles frutales, grandes setos y esculturas magnificentes; son sustituidos ahora por caminos tortuosos y aparentemente descuidados, y por praderas y grandes espacios abiertos poblados de árboles y arbustos colocados “al azar”, así como bancos y pequeñas estatuas aleatorias. La Edad Media se convierte en el referente para los artistas y decoradores, por ello, la aparición de nuevos elementos que hacen referencia a esta época como castillos o ruinas dentro del jardín, hicieron que la literatura y la decoración se retroalimentaran mutuamente, extendiendo estos elementos, un tanto lúgubres, por los jardines de Inglaterra.
También lo exótico cobra un papel importante pues, a la par, en esta época se comienza a desarrollar el orientalismo; así, los detalles relacionados con la cultura oriental son constantes, reflejados en el uso de vegetación japonesa y puentes para riachuelos; pues el elemento del agua también se incluye en los jardines románticos, buscando un paisaje más natural y silvestre.
Debido a la extensión de los jardines, se instaura la moda de realizar construcciones que poseen distintas formas y funciones: pabellones, torres, puentes, ruinas, grutas; que garantizan paseos imaginativos dentro del jardín. Se extiende el término folly (término ingles: locura, extravagancia, capricho) que hace hincapié más en la expresión artística que en la funcional. Los templos clásicos en mármol son unos de los caprichos más abundantes, que simbolizan las experiencias viajeras de sus creadores, el contacto con la naturaleza a través de lo grandioso…
Desde finales del siglo XVIII y, durante el siglo XIX, los jardines románticos se popularizaron por toda Europa. Alemania y Suiza fueron los países que más acogieron este nueva moda. Es, de hecho, el Jardín de Tiegarten en Berlín, uno de los más característicos del estilo romántico. El jardín comenzó a crearse en 1840, de la mano de Joseph Lenné, recrea un entorno diseñado cuidadosamente para generar en el espectador la experiencia de la naturaleza más silvestre, virgen y exuberante. El jardín es, además, una gran obra de arte que sugiere todas las ideas proyectadas por los precursores románticos: libertad, anarquía, incertidumbre, cambio, vida y muerte.
A España también llegó la influencia de los jardines románticos ingleses, por ejemplo, el Parque del Buen Retiro de Madrid refleja, en algunas de sus zonas, claros ejemplos de las características que ya hemos conocido. La construcción se ha llevado a cabo desde el siglo XVII hasta pleno siglo XXI, los cambios de reinado durante tan larga serie de años, efectos de las guerras, etc, hacen de este parque toda una mezcla de influencias, modas y estilos. También en Madrid, encontramos el parque de El Capricho, que constituye el único jardín del Romanticismo existente en la ciudad. Muestras de ello son el laberinto de arbustos, los edificios, como el palacete, la pequeña ermita, o el hermoso salón de baile, además de los riachuelos que lo recorren y estanques, donde se pueden encontrar cisnes y patos. Desde el año 2005 se celebran durante los fines de semana de la temporada primavera-verano-otoño, conciertos, teatro, danza; es lo que se llama las “Tardes de Capricho”, algo muy habitual también en los jardines ingleses de la época, en los cuales se celebraban actos que evocaban fiestas campestres medievales.
En 1857, la organización de comisarios de Nueva York organizó un concurso para elegir el diseño de un parque donde los habitantes de la ciudad pudiesen acudir, pues iban principalmente a los cementerios para alejarse de la ruidosa y caótica vida de la orbe. El paisajista Frederick Law-Olmsted y el arquitecto inglés Calvert Vaux desarrollaron un diseño llamado Greensward Plan, que fue seleccionado como el diseño ganador. Según Olmsted, el parque fue “de gran importancia, un gran signo del buen desarrollo democrático”, una opinión que probablemente adoptaría durante sus varios viajes por Europa en 1850. Así, Central Park, contiene en sus 4 kilómetros de largo y 1 de ancho, postales dignas de ilustrar las mejores novelas románticas.
Los diseños de jardines ingleses, tomando como partida los principios expuestos, sobretodo el elemento natural, no eran desde luego reservas naturales y salvajes como las que actualmente se conservan en la naturaleza, eran, a su manera, tan artificiales y sofisticados como sus precedentes franceses.