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Dionisos (Baco) a lo largo de la Historia del Arte

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Una consagración a Baco (fragmento). Lienzo de Alma Tadema (1836-1912)

El dios Dionisos actualmente es asociado de forma casi automática con el vino, la embriaguez y la locura. Sin embargo, en su origen era una divinidad asociada con el renacimiento de la vida, el entusiasmo y los misterios. Su origen es incierto, pues aunque los propios griegos lo consideran como un dios extranjero, llegado de algún lugar de Asia Menor (Anatolia o Libia), distintas  evidencias lo señalan  ligado a la cultura helena ya desde la época micénica, donde aparece mencionado en tablillas como » DI-WO-NI-SO-JO», e incluso su origen se puede rastrear en la Creta minoica. Sea como fuera, Dionisos aparece como un dios civilizador y viajero, recorriendo el mundo conocido por los griegos, desde la lejana India, Egipto y Asia Menor hasta la península helénica, enseñando a los hombres la agricultura, el cultivo de la vid y su bebida, el vino, e instaurando extraños rituales mistéricos.

Mitos de Dionisos

El nombre de Dionisos es de origen incierto; se suele traducir por el «Zeus de Nysa» (el genitivo de Zeus es «Díos»), siendo Nysa o bien una ninfa que los crió cuando niño o bien la montaña donde pasó su infancia. Existen varios mitos sobre su nacimiento, teniendo todos como elementos comunes su origen semidivino como hijo de Zeus y una mujer mortal, Sémele, y su condición de «nacido dos veces».

Según uno de estos mitos, Sémele, instigada por Hera, pide a Zeus que se le aparezca en todo su poder. Sin embargo, no puede soportar la visión del dios y muere. Zeus entonces saca a Dionisos del vientre de Sémele y lo introduce en su muslo hasta completar su gestación, de donde nacerá finalmente.

Según otro mito, Hera tras distraer con juguetes a Dionisos niño, envía a los titanes contra él , estos lo despedazan, y la diosa Rea, madre de Zeus, encuentra los pedazos y los revive cociéndolos en un caldero. Aquí aparecen elementos relacionados con los misterios órficos que recuerdan a la mitología egipcia, con la resurrección de un dios despedazado (como Osiris) e incluso el símbolo del caldero, que recuerda al caldero mágico de los celtas, a través del cual se realizaba un viaje al inframundo y el posterior renacimiento. Aparece esta relación también en mitos del viaje de Dionisos al Hades para reclamar a su madre Sémele.

Vemos, por tanto, el vínculo de Dionisos con el renacimiento de la vida tras la muerte. Son muy visibles los elementos comunes que la ceremonia cristiana de la misa tiene con el culto a Dionisos y a Osiris, en uno se relaciona el renacimiento con el vino, en el otro se representaba el despedazamiento con el reparto de un pan sagrado. Los misterios de Dionisos, atribuidos a Orfeo, debían inducir en los participantes la unión con el Dios a través del enthusiasmós, palabra que procede de «en -théos» (dios en el interior). A lo largo del tiempo, sin embargo, los ritos, (las orgiai  o  bacanales) decayeron y degeneraron, quedando su imagen distorsionada hasta nuestros días como desenfrenados festines que desembocaban en borracheras y sexo en grupo.

Esa misma distorsión se produjo con la propia figura de Dionisos, que pasó a ser representado como un dios barbado, en la edad madura, ataviado con pieles de leopardo (semejantes a las que portaban los sacerdotes egipcios) hasta las imágenes que han llegado hasta ahora de un joven imberbe con signos de embriaguez.

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Máscara de Dionisos

Dionisos en el arte arcaico

Como hemos apuntado arriba, la imagen de Dionisos ha cambiado sustancialmente, siguiendo el mismo proceso de «rejuvenecimiento» que experimentaron otros dioses, como Hermes.

Los atributos asociados a Dionisos eran la corona de hojas de parra, acompañadas a veces de racimos de uva, el thyrsos, bastón con una hiedra enredada y coronado por una piña, piel de cabra, zorro, pantera o leopardo como vestimenta, acompañado por un cortejo de sátiros, centauros, silenos, ninfas y bacantes o ménades. Los animales asociados a él eran la serpiente, el toro, el leopardo y la `pantera, siendo estos animales representados tirando de su carro.

En  época arcaica (siglo VI-principios s.V a.C.) aparece en la cerámica representado como un hombre en su madurez, barbado y con cabellos largos, coronados por una  corona de hiedra. Una de las imágenes más famosas es la de Dionisos recostado en un barco con una vid enredada en el mástil y delfines. Esta imagen hace referencia a un mito que relata cuando Dionisos fue raptado por piratas; el dios hizo crecer una parra en el barco e hizo aparecer diversos animales, asustando a los piratas, quienes se lanzaron al mar y fueron convertidos en delfines.

También se representa junto a Sileno, su mentor, y junto a sátiros y centauros, con patas de cabra y de caballo, espíritus de los bosques.

Dionisos en el arte clásico -helenístico y romano

La metamorfosis de Dionisos se producirá ya en época clásica y helenística, pasando hasta el arte romano. De este periodo data la famosa escultura de Praxíteles de Hermes con Dionisos niño, donde el mensajero del Olimpo sujetaría probablemente en su mano derecha un racimo de uvas que el pequeño Dionisos intentaría alcanzar.

Las representaciones posteriores abandonarán el aspecto de dios barbado, apareciendo como un joven imberbe, con sus típicos atributos, a excepción de una estatua helenístico-romana, llamada Dionisos-Sardanápalo, pues en el s. XVIII se atribuyó erróneamente a una representación del rey asirio. Los romanos adoptarán a Dionisos con el nombre de Baco, que procede de uno de sus sobrenombres, Bacchos y lo asociarán al dios romano Líber, apareciendo como dios de la embriaguez en numerosas mosaicos y pinturas.

Como una de las obras más significativas, hay que señalar  las pinturas de la llamada Villa de los Misterios, en Pompeya. En esta casa aparecieron murales muy bien conservados, en los que se reflejaba la iniciación de una joven en los misterios dionisíacos. En ellos se pueden contemplar las etapas de preparación, conducidas por sacerdotisas, y las epifanías o apariciones de las divinidades, tanto de los sátiros del cortejo dionisíaco como del propio Dionisos, quien es representado junto a su esposa Ariadna (hija del rey Minos, a quien desposó tras encontrarla en una isla después de haber sido abandonada por Teseo), dominando la parte central del recinto, con su tirso. Son escenas extrañas y evocadoras de ritos cuyo significado principal se nos escapa, en las que se trasluce el temor ante lo sagrado y la liberación de ese temor por la revelación de la divinidad.

El Arte renacentista y barroco

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Baco Serpentario

Tras el largo y oscuro paréntesis de la Edad Media, en el siglo XV d.C. , gracias al impulso de las escuelas neoplatónicas se empezará a rescatar del olvido la cultura clásica grecorromana. Se pondrán de moda las excavaciones «arqueológicas» y el coleccionismo de obras de la antigüedad inspirarán a los grandes artistas italianos, y los dioses y héroes griegos volverán a poblar la iconografía europea.

Nietzsche contraponía la figura de Apolo y Dionisos como el equilibrio y la serena armonía del primero contra la desmesura y la fuerza desatada del segundo. Esta comparación puede servirnos para establecer un paralelismo con el Renacimiento y la corriente artística posterior, el Barroco. Todo lo que en el arte renacentista era serenidad, equilibrio, en el arte barroco se convertirá en movimiento, emoción y pasión. Quizá se deba a esto el que Dionisos sea uno de los dioses preferidos del arte barroco, asociado al vino, el frenesí y la embriaguez.

Entre sus representaciones podemos destacar las de tres grandes maestros de la pintura: Velázquez, Caravaggio y Rubens. Del primero es el cuadro «Los borrachos o el triunfo de Baco», en el que el dios aparece rodeado de personajes del pueblo llano, quienes, regocijados, y con los rostros enrojecidos por el alcohol miran al espectador, haciéndolo partícipe de su alegría etílica. En este caso, como suele suceder con las obras mitológicas del genial pintor sevillano, el dios es representado destacando del resto de los personajes, su color es más pálido y brillante, como resplandeciente, y sin presentar evidentes signos de embriaguez.

Caravaggio, por el contrario, pintará al dios con dichos signos, con el rostro un  poco enrojecido y los ojos entrecerrados. En otro cuadro llevará este tratamiento desmitificador al extremo; es el cuadro de «Baco enfermo», donde podemos contemplar al pobre dios pálido, con una tonalidad casi verdosa, ojeroso y con los labios blancos, víctima de la resaca causada por los efectos del vino.

Por último, el Baco de Rubens, el que más se acerca a la caricatura. Fiel a su estilo, el pintor flamenco representa al dios bien entrado en carnes, con un sileno a su espalda y una leona a sus pies.

Como colofón a todo esto podríamos mencionar la película Fantasía, en la que acompañando la Pastoral de Beethoven Disney hace representar a Baco como un dios gordito cabalgando un asno-unicornio. Quizá sea el mejor resumen de cómo ha quedado la imagen de este complejo dios en la imaginación popular, olvidando las antiguas representaciones del dios.

Como conclusión podríamos señalar a  Dionisos como uno de los dioses más tratados por el arte europeo, y al mismo tiempo, uno de los más incomprendidos y maltratados. Nos es difícil entender el significado profundo que llegó a tener en la antigua Grecia, así como el de sus misterios, y su imagen ha llegado hasta nosotros bastante distorsionada. Merece la pena rastrear los antiguos mitos y detenerse en los viejos fragmentos de cerámica o en las enigmáticas imágenes de la Villa de los Misterios, intentando intuir el antiguo sentido de lo sagrado que yace escondido en ellas.

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